Juan Reque te ayuda a elegir el mejor camino para recuperarte de una lesión.

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Lesión: Cómo Tomar Decisiones Clave para una Recuperación Exitosa

Cuando una persona sufre una lesión, se enfrenta a múltiples opciones para su recuperación, pero es importante recordar que la responsabilidad sobre cómo evoluciona la dolencia recae principalmente en sus decisiones y acciones. A lo largo de mis 25 años de experiencia como fisioterapeuta, he sido testigo de cómo muchos pacientes cometen errores que, sin querer, complican su proceso de recuperación. A menudo, se encuentran con obstáculos que podrían haberse evitado, debido a la falta de conocimiento sobre las diferentes terapias disponibles y la confusión generada por la desinformación, especialmente en las redes sociales.

Es común que, al no contar con la orientación adecuada, las personas se dejen llevar por consejos poco confiables, como el boca a boca, que no siempre es 100% preciso. A través de estos artículos, mi objetivo es ofrecer claridad, explicando las diferentes lesiones que pueden surgir y los tratamientos que realmente considero efectivos. Quiero que este viaje de aprendizaje nos permita tomar decisiones más informadas, y así poder alcanzar una recuperación exitosa y sin sobresaltos.

Recuerdo una película que vi hace unos años: Dos vidas en un instante. Comenzaba con la protagonista, Helen (Gwyneth Paltrow), despidiéndose de su pareja y saliendo del apartamento rumbo al metro. Una vez en el andén, la trama se dividía en dos. En la primera, Helen se daba cuenta de que había olvidado algo en casa y regresaba al apartamento, donde sorprendía a su pareja en brazos de otra mujer. En la segunda, cogía el tren y seguía con su rutina diaria, sin sospechar que su novio le estaba siendo infiel. La película alterna entre ambas versiones y, solo en una de ellas, la protagonista alcanza un final feliz al estilo hollywoodiense.

Llegados a este punto, uno podría preguntarse: ¿qué tiene esto que ver con las lesiones y la fisioterapia?

Saber elegir a tiempo

Pues, en esencia, todo y nada. Siempre hablando de lesiones articulares, musculares o tendinosas, una lesión tiene un comienzo, un punto de partida, como el momento en el que Helen llega al andén del metro y decide volver al apartamento. La persona, por lo general, puede identificar con exactitud ese instante: “Me empezó a doler el día de las series en la pista” o “Me hice daño levantando unas cajas durante la mudanza”. A partir de ahí, la ‘trama’ de la lesión puede desarrollarse de distintas maneras, y la persona, con la posible ayuda de médicos, preparadores y fisioterapeutas, es completamente responsable del desenlace de la lesión.

Una vez que aparece el dolor, la persona puede ignorarlo y decidir seguir con su vida con este pensamiento en mente: “¡Ya se pasará!”. Esta actitud, lógicamente, suele terminar mal. Al continuar entrenando o realizando cualquier tipo de ejercicio, el dolor se irá instaurando poco a poco en su cuerpo. Puede que experimente jornadas con menos molestias, días en los que vislumbre el final del túnel, pero estos suelen alternarse con otros peores que terminan por hacerle perder la paciencia.

Los tratamientos de fisioterapia pueden ser de gran ayuda, pero su eficacia se ve reducida si no se siguen los consejos de los profesionales y, al salir de la consulta, el paciente continúa con sus rutinas habituales. Siguiendo este camino, la lesión rara vez desaparece. Pasados unos meses, es posible que la situación se mantenga igual. En ese momento, toca detenerse, evaluar, considerar las opciones y, casi siempre, tomar la difícil decisión de parar durante unos meses y aprender a gestionar la lesión mentalmente.

Lo que podría haberse resuelto en dos semanas se convierte en un calvario de 5 o 6 meses, que puede terminar en tratamientos médicos adicionales, como fármacos antiinflamatorios, infiltraciones, o incluso en una cirugía. En ese momento, el esfuerzo necesario para superar la lesión será mucho mayor.

El final feliz existe

La versión «happy end» de una lesión es, por supuesto, la más esperada, y sigue un guion positivo desde el momento en que se percibe el primer dolor. La persona opta por hacer una pausa y descansar unos días, utilizando ese tiempo para recuperarse sin dejar de mantenerse activa. Durante este período, puede elegir actividades que no le causen dolor, como ir al gimnasio, nadar o hacer ciclismo. Se dice que la rehabilitación es el arte de seguir practicando deporte sin dolor, es decir, realizar ejercicios que no empeoren la lesión pero que permitan mantenerse en movimiento y en forma.

Al mismo tiempo, la persona lesionada debe acudir al fisioterapeuta o médico con tres objetivos clave: primero, asegurarse de que la lesión no sea grave y que no requiera pruebas diagnósticas adicionales; segundo, recibir tratamientos que ayuden a acelerar la recuperación; y finalmente, salir con un plan de acción claro, que sirva como guía para el proceso de curación. Con paciencia, el dolor irá disminuyendo, y cuando casi haya desaparecido por completo, llega la etapa de la readaptación, en la cual la persona decide retomar la actividad que antes le causaba dolor para evaluar cómo ha evolucionado la lesión.

Tomando como ejemplo a un corredor, una opción inicial para retomar la actividad podría ser una carrera ligera de 5 minutos. En el caso de un jugador de tenis, podría consistir en jugar al frontón durante unos 10 minutos. Estas actividades solo deben llevarse a cabo si no hay dolor, o si este es tan leve que prácticamente no se percibe. Correr con dolor, incluso si es solo durante 2 kilómetros, o jugar al tenis con molestias, podría empeorar la lesión y retrasar la recuperación.

Si todo va bien y no se experimenta dolor, estas pequeñas sesiones de actividad pueden aumentarse de forma gradual cada día. Solo cuando el dolor no aparece ni durante ni después de la actividad, se puede confirmar que la persona está completamente recuperada y que es seguro retomar los entrenamientos. Este proceso, en el mejor de los casos, puede durar entre una y dos semanas, un tiempo relativamente corto en comparación con las posibles consecuencias de seguir un enfoque equivocado.

Al igual que muchas películas de Hollywood, la historia de Helen tiene un final feliz, junto a James, su amigo y confidente. Y, para que todas las personas con dolor alcancen su propio final feliz, solo deben elegir el camino adecuado en cuanto sienten el dolor y seguir estas máximas: tener paciencia, no apresurarse, dejarse asesorar por profesionales de confianza y, sobre todo, evitar realizar actividades que generen dolor. Con enfoque, disciplina y las decisiones correctas, la recuperación puede ser más rápida y efectiva, llevando a una vuelta segura a la actividad física y a una vida sin dolor.