Meniscos: La factura inevitable de los años y el deporte.

Thimblex rodilla grande

Degeneración del menisco interno: cuando el desgaste supera a la resistencia.

Puedes ver el video en youtube.

Ahora que nos hacemos mayores, especialmente aquellos de nuestra generación que ya hemos superado la cincuentena, empezamos a notar cómo ciertas partes de nuestra «maquinaria» comienzan a fallar. Pertenecemos a una generación que creció practicando deporte, algunos más que otros, pero muchos lo hicieron de manera seria, incluso a nivel federado. Aunque lejos de ser profesionales, acumulamos una carga de entrenamientos considerable.
Algunos soñaban con llegar al primer equipo, otros apostaron por conseguir una beca universitaria en EE. UU., y no faltaron quienes se obsesionaron con correr maratones, escalar montañas con 30 kg a la espalda o explorar las profundidades del océano. Lo cierto es que hemos disfrutado intensamente, sin lugar a dudas. Sin embargo, es probable que hayamos entrenado durante horas sin llevar la vida disciplinada y monacal de los atletas de élite.
Recuerdo noches de jolgorio y baile seguidas, casi sin dormir, de una carrera de 10 km a toda velocidad, como si no hubiera un mañana. Todo esto, inevitablemente, ha ido dejando huella en nuestro cuerpo.
Son las articulaciones las que se han llevado la peor parte, siendo la reina la cadera, o las caderas, tanto que muchas veces ya no solo es un problema para hacer deporte. Puede llegar que el dolor afecte a nuestra vida diaria. Pero de las caderas podemos hablar en otro artículo. Las caderas son las líderes, pero vienen seguidas a corta distancia por las rodillas. Me imagino que una de las búsquedas más comunes en Google es la de condromalacia. Cuando el médico nos dice esta palabra, que parece todo menos una lesión, lo primero que hacemos es meter «condromalacia» en el buscador. Pero no solo de condromalacia sufren las rodillas.
Hay dos almohadillas por rodilla, en forma de C, que se llaman los meniscos. Una estructura cartilaginosa que no hace otra cosa que amortiguar el peso vertical del cuerpo, entre el fémur y la tibia, y nos podemos imaginar que, en más de 50 años, ha caído mucho peso sobre estos pobres meniscos. A veces se rompen por un accidente. Todos tenemos en mente al pobre Ansu Fati (para quienes no son futboleros, diré que es un jugador del Barcelona cuya carrera estratosférica fue frenada por una lesión de menisco) que nunca más volvió a ser el mismo después de lesionarse el menisco con 19 años. Pero esto son traumatismos, y pueden ser debidos a la mala suerte.
De lo que quiero hablar hoy es de esa lesión a fuego lento, esa “slow burn”, que hace que los meniscos, con los miles y miles de golpes, se vayan aplastando y, consecuentemente, desgastando. Estoy hablando de esa lesión degenerativa del menisco interno que yo padecí hace más de 10 años después de una carrera de 5 km en el bosque de Wimbledon. Después de esa gloriosa carrera, de resultado personal mediocre, mi rodilla se transformó en un botijo. Esta expresión no es mía, me la dijo mi primo y me hizo mucha gracia. Pues algo pasó, quizás la deshidratación, que le afectó de manera negativa a mi menisco.
Pasaron unos días y, consultando con varios médicos, unos me recomendaban operarme, otros no, como suele ser común cuando se consulta a varios médicos. Resulta que el azar hizo que no me operara y, autotratándome, como buen fisioterapeuta que soy, empecé a mejorar. Al principio me hacía mis promesas internas de que con correr 30 minutos estaría contento, que no pedía más. Pero con los meses, la mejora fue tan grande que olvidé esa promesa y volví a embarcarme en una de mis pasiones: correr maratones.
Entonces, ¿por qué le pasa esto a los meniscos? Pues porque somos carne, huesos, cartílagos, en definitiva, materia que se deteriora, y no hay nada que escape al paso del tiempo. Y resulta que los meniscos se desgastan por sobreuso, envejecimiento, microtraumatismos repetidos. Luego hay otros factores, como la biomecánica y algunas prácticas deportivas extremas como el yoga. Sí, el yoga, el judo, la lucha libre… Los meniscos son felices de pie, andando o montando en bici. Pero no son tan felices de rodillas, de cuclillas con todo nuestro peso encima de ellos.
Si tenemos la suerte de llegar a los 50 años sin habernos roto o estallado el menisco por una caída en moto, un mal giro en las pistas de esquí o por una entrada malévola de fútbol, puede que el problema secundario sea la degeneración. 

¿Cuáles serían los síntomas de esta degeneración? Es fácil: dolor en la cara interna de la rodilla, sensación de bloqueo o chasquidos, hinchazón ocasional. Esto es de ChatGPT. Yo, de cosecha propia, le sumo dolor al estar mucho tiempo sentado con la pierna inmóvil, a las 3 de la madrugada o dolor con los cambios de tiempo, o cuando llueve y hace frío.
El diagnóstico más preciso es una resonancia magnética, pero no nos engañemos: si pasados los 50 años nos hacemos una resonancia en cualquier parte del cuerpo, lo más seguro es que algo negativo salga a relucir en cualquier parte del cuerpo. Digo esto porque, lógicamente, si hacemos una resonancia a los 55 o 60 años, el resultado nos va a decir que tenemos una rodilla de 55 o 60 años. Pero que todo lo que salga sea la causa del dolor, eso ya es cuestionable. Por lo tanto, hacer una resonancia es importante, pero no hay que dramatizar con los resultados.


¿Y qué se puede hacer entonces si sospechamos de una lesión de menisco interno? Aquí empieza lo bonito de toda esta historia. Es una de las lesiones más agradecidas. Primero, descartar o no la operación. Un médico amigo mío me dijo esto refiriéndose a la operación de menisco interno: «Un menisco solo se opera si la rodilla se queda bloqueada frecuentemente o si el dolor es insoportable.» En la mayoría de los casos, ni uno ni otro, el dolor no es tan insoportable y no se bloquea. Molesta, pero deja vivir, hasta que perdemos la paciencia y esa falta de paciencia es la mejor amiga de los bisturíes. 

Para continuar con este artículo, supongamos que no nos operamos. Entonces hay que prestar atención a cinco cosas:

  1. Fortalecer la pierna como si no hubiera un mañana.
  2. Recuperar la movilidad, si acaso la hemos perdido.
  3. Soltar y tratar manualmente toda la rodilla y pierna.
  4. Descansar, pero no descansar. Hacer actividades que podamos hacer sin sentir dolor. A todos nos vienen a la mente la natación, la bicicleta, la máquina elíptica… Pues eso es justo lo que hay que hacer.
  5. Tener paciencia y evitar actividades que produzcan dolor. 

¿Y en cuánto tiempo podremos otra vez jugar al tenis, puede preguntar alguno? Pues no hay un tiempo establecido. Si se hace todo bien, será en el tiempo que lleva que una degeneración del menisco interno deje de doler y nos permita hacer nuestra actividad favorita. Por que curar, lo que se dice curar, no lo va a hacer. Si no hacemos todo bien, será en más tiempo. Pero nunca antes del tiempo necesario y seguro que no en 3 días o 1 semana. Todo lo bueno se deja esperar, y con las lesiones pasa lo mismo. Las prisas son malas compañeras o, como me dijo un paciente, «Hay que quitar el factor tiempo a la recuperación de una lesión. Se curará cuando tenga que curarse, ni antes ni después.”

Puedes ver el video en youtube.